viernes, 6 de marzo de 2009

Manu Chao en Club Ciudad de Buenos Aires

-Podrán cortar todas las flores, pero nunca detendrán la primavera-
Esto no es una crítica a un espectáculo, ni una reseña estructuradamente cronológica, ni una descripción superficial, esto es nuestra subjetividad a flor de piel, a piel abierta, a piel ansiosa, después húmeda y al fin mojada, cálida, helada, conmovida y otra vez cálida, de gallina, manto emocionado desde los pies hasta la cara.
Conductora de Troyanos del Sistema, columnista del blog que leen precisamente ahora, más amigos, de ellas y de otros, apuran el paso hacia el recital, de paso cortito a paso gigante, de corremos un poco, no corremos, bueno, corremos, y ¡guarda con resbalar si corremos sobre el barro!, no, no, hay que llegar enteros a ver a Manu Chao, para desarmarnos ahí, para armarnos de nuevo, para completar un encuentro ritual que empuja a reafirmarnos bonito.
El último eslabón que nos separa de Manu: los corta entradas, y ellos son, para sorpresa y simpatía, personas de FM La Tribu, a los que después veremos por ahí entre personajes, bailes y postes altos (sí, desde ahí se ve excelente y que bien se siente la fiesta desde adentro).
Manu Chao, siempre consecuente, con su fiel camino que contagia, que pone los pelos de punta y el tono del cuerpo se eleva bien alto, se queja, resiste y desenfrena alegría, transformación, ganas de, ganas de todo, de todo.
Las palabras recitadas por Los Colifatos (LT22 Radio La Colifata), crudas, poéticas, bellas, suenan y resuenan entre el paisaje de nubes, de ojos atentos, de corazones licuados e inquietos: no nos roben la primavera, no nos roben la primavera. ¡No nos roben la primavera!.
Recital felizmente largo, que por suerte seguían tocando, que no se iban, y nos confesamos: podríamos estar días y días manucheando, tres horitas de muchas canciones, de versiones geniales, de No a la Mina, de respeto al otro, a uno, a la independencia, de un eterno a la Vida.
Todos bañados en espíritu de fiesta, en baile y saltos incansables. Cuando un tipo como Manu Chao nos abraza con el sonido del micrófono golpeando con fuerza su pecho al ritmo de los latidos del corazón, algo tan compartido por todos y en ocasiones tristemente olvidado, no podemos evitar sentirlo, dejarnos encantar, envolvernos una vez más en comunión con la vida.
La energía de todo el recital rebalsada en brazos agitados, se fuerza la máquina y los pies que corren a otro estado, tristeza, malegría y alegría. Una sinergia concreta, flotando y metiéndose bien, bien adentro: Pase lo que pase, sea lo que sea, próxima estación: Esperanza.

5 comentarios:

Nadie Nunca Nada.- dijo...

Muy lindo, muy gráfico y muy bien escrito.
No esperaba menos.
Saludos.-

Anónimo dijo...

Preciosa manera de describir los sentimientos propios que afloran al asistir a un recital tan esperado y posiblemente sean muy parecidos a lo que mucha gente también sintió.

Lindo texto!! Y manera de describirlo!

Te mando un fuerte beso:

Xic

Anónimo dijo...

Impresionante Manu Chao!!! maravilloso poder leer este blog

felicitaciones

Meli

Anónimo dijo...

aguante Manu!!! Fue magnífico.

silvi

Anónimo dijo...

vamos troyanos. que buen blog han hecho. saludos a todos

meli